lunes, 17 de septiembre de 2007

Misterio Azul



Eres el misterio azul de mi cielo
y el rojo encendido de mi infierno.
Tu mirada me regala el infinito anhelo de tus entrañas
y tus pliegues eróticos se graban en la oscuridad de mi mente.

Recorro sigiloso tus valles y montañas,
tus empinados volcanes y la vasta llanura,
que me conduce hasta el monte más profundo;
aquel santuario de placer y de pecado.

Poco te conozco, pero te estoy sintiendo,
sigo en la conquista de aquel mundo escondido.
Suspiro por tener tu aliento y tus caricias,
deseo empinar mi bandera en tu territorio.

Ya sé que puedes exhalar un suspiro o un quejido,
en el momento cuando baje a tus vertientes cálidas,
cuando me incline ante ese tesoro escondido
y me aferre hasta que entregues la vida.

© Apolo

La Noche del Vino



La noche del vino, la música y la luz
vuelve a renacer con cada penumbra,
porque una sola noche compartida
fue suficiente para quedar grabada.

Una pequeña luz acarició la noche
dibujando estelas en la oscuridad;
así se dibujó tu rostro en mi memoria
y tus manos en cada detalle de mi cuerpo.

El olor del incienso aún se expande
entre las partículas de este espacio;
se conjuga con el recuerdo de tu propio aroma
que aún gravita en el preciso instante de inhalar.

La música más dulce todavía está presente;
en cada melodía hay una imagen tuya,
en cada verso un retazo de tu mejor momento,
en cada ritmo, tus propios movimientos.

La noche del vino se convirtió en el punto exacto,
en la confluencia más perfecta de nuestras vidas,
en la respuesta a tantas horas deseadas,
en la gloria más alta y el mejor pecado.

© Apolo